Cuando murió Busqued escribimos estos párrafos sobre él, sobre sus dos libros, cruzando respuestas suyas en distintas entrevistas. Así empezaba: “Conocimos a Carlos Busqued por un rumor. Un rumor de un rumor de un rumor. Alguien, hace años, nos dijo (nos rumoreó) que se rumoreaba que el Premio Herralde de 2008 lo había ganado él con su novela Bajo este sol tremendo, pero cuando abrieron el sobre con los datos personales del seudónimo firmante, al ver que se trataba de un ignotísimo escritor argentino, decidieron premiar a otro autor «con carrera» y a Busqued lo distinguieron como uno de las 10 finalistas”. Rumores, quién sabe.
Y fue por un comentario al paso, un rumor sin segundas intenciones, que llegamos a la Revista Clarice. En este caso, el emisor se puede nombrar: fue Golosina Caníbal quien nos adelantó que se venía un número especial con los cuentos de Busqued. ¿Cuentos de Busqued? Sí, cuentos de Busqued. Habíamos conocido un solo cuento suyo publicado en la edición especial de otra revista, la Cerdos & Peces. Habíamos conocido esos textos desvestidos de casi todo accesorio en el blog de Borderline Carlito. Sabíamos que había estado trabajando en nuevos proyectos con Blatt y Ríos y con Anagrama, pero no sabíamos de qué iban. Pero desconocíamos sobre esos cuentos y más aún de su cantidad: las promociones ya hablaban de más de 50.
¿Qué era esa revista Clarice? ¿De quién, de dónde, por qué tenían los cuentos de Busqued? Entonces buscamos un poco más: la de Busqued era el segundo número, había otro número anterior con un título que homenajea al ocio: Los dominios de la siesta. Las descargamos (son de descarga gratuita), las chusmeamos, las leímos. No llegábamos a comprarla, a la de Busqued, porque se agotaba casi al instante. Pero al fin pudimos: las pedimos, nos las enviaron desde Córdoba, las tenemos. Algunas de las preguntas que nos habíamos hecho habían encontrado su respuesta en el papel. Pero quisimos un poco más. Por eso tuvimos una breve pero hermosa ida y vuelta con la persona detrás de la publicación, el escritor Nelson Specchia. Entonces claro que hablamos de su amigo Busqued, de hacer revistas y lo nuestro: “El cuento es algo nuestro, creo que está minusvalorado y hay que justipreciarlo”.
―¿Cómo surge la idea de hacer una revista literaria en tiempos donde tienden a desaparecer?
―Clarice la fundé precisamente para difundir el cuento. Es un proyecto cultural, no es un proyecto comercial, no es un proyecto editorial exclusivamente, sino que es un proyecto para apoyar el cuento, el cuento como algo propio, nuestro. He tenido que ser jurado en muchos concursos de cuentos los últimos años, incluso algunos premios importantes como el premio Provincia de Córdoba y he leído unos cuentazos impresionantemente buenos, de muchísima calidad, y uno puede premiar un premio, o tres, dar algunas menciones. Y hay otros cien cuentos pre seleccionados que quedan en la nada porque no hay donde publicarlos. Las editoriales grandes tienen una línea de conducta comercial que relega al cuento. Vos vas con un libro de cuentos a una editorial, aún teniendo un nombre, aún habiendo publicado, teniendo premios, y el editor te dice “mirá, mejor no, traeme la novela, ¿cuándo me vas a traer la novela?” Porque la novela se vende más, porque el cuento se vende menos, pero el cuento es algo nuestro, es un aporte específico de nuestra singularidad cultural a la cultura universal: Quiroga, Borges, Cortázar. El cuento es algo nuestro, creo que está minusvalorado y hay que justipreciarlo. Entonces se me ocurrió con Mempo Giardinelli, que había estado haciendo “Puro cuento”, aquella histórica revista que hizo en el exilio, cuando estuvo en México, y el Mempo me dijo: “Mirá, la verdad que no hay dónde publicar cuentos, a mí me los publican porque ya me publican lo que mando, pero no hay dónde publicar cuentos”. Entonces decidí financiar yo esta revista que de hecho es gratis, íbamos a hacer una página web y la íbamos a colgar para que se pudiese descargar tanto en EPUB como en PDF gratuita y libremente. Bueno, hicimos eso. Justo cuando estábamos definiendo los pasos finales era el centenario de Lispector. Mujer, judía, inmigrante, que tuvo que huir de los progromos en Europa, que reutilizó y rehizo una lengua latinoamericana como su propia lengua, como fue el portugués de Brasil, poeta, cuentista, ensayista, periodista de unas crónicas impresionantes, de una obra inclasificable. Ese centenario y con una obra de esas características caía de maduro que la revista que estábamos armando llevara su nombre, y así nació Clarice. Colgamos la primera revista, que fue “Los dominios de la siesta” y tuvo un éxito importante, unas 2000 descargas. En ese momento me di cuenta de que estábamos a pocos meses del primer aniversario de la muerte de Carlitos.
“Un homenaje a la brava Lispector” es el texto con el que Specchia, como director de la revista, abre “Los dominios de la siesta”. Y la introducción a los cuentos ahí reunidos está a cargo del secretario de redacción Cezary Novek con una oda a la siesta: “El momento más nocturno del día”. Escribe: “La porción de tiempo más predispuesta a la fantasía y a la sed de historias. Es la franja horaria en la que Pombero hace de las suyas, pero también cuando Caperucita visita a su abuela o cuando Hansel y Gretel encuentran la casa de la bruja. Es el instante en que los adultos duermen y los niños escapan a jugar, pero también el escondite temporal buscado por los adolescentes que buscan sumergirse en las aguas tibias del erotismo”. Disculpen la digresión, pero aguante la siesta. Son trece cuentos: Debret Viana, Flor Canosa, Alejandro Jallaza, también amigo de Carlitos, entre otros.
El segundo número está integralmente dedicado a Busqued. Es un homenaje, “no una compilación completa de su narrativa, ni una antología con criterios definidos, ni un estudio crítico; solo un recuerdo fraterno”. La decisión fue reunir los textos que Busqued había publicado en distintos espacios, revistas, blog. Lo no publicado ―manuscritos, borradores, notas―, no entraría (“Ese material quedará para otro momento y para otros editores”): “Juntar sus papeles nos hizo sentir la materialidad de su ausencia”, escribe en el prólogo Specchia citando a Sergio Mansur, otro de los integrantes del Círculo de la Serpiente, ese grupo de amigos que se leían despiadadamente. Ellos fueron quienes planearon, pensaron, hicieron esta edición, amigos con mucha vida recorrida: de leerse con crudeza a juntarse a comer y beber con otras responsabilidades mediante. Y a los que se fueron, homenajes: en esta edición, también se incluye un cuento de Alejandra Zurita, otra integrante del Círculo que falleció antes por un cáncer. Definitivamente, no hay nada más poderoso que la amistad sostenida en el tiempo.
―No habíamos podido hacer el duelo grupalmente, personalmente. Carlos murió en el medio de la pandemia, no pudimos velarlo, no pudimos despedirlo, no pudimos hacer nada y quería hacerle un homenaje. Fueron treinta y pico de años de amistad, de escribir conjuntamente, de leernos. Había que hacer algo con Carlos. Entonces convoqué a mi grupo de amigos, a este Círculo de la Serpiente que todavía sobrevive tres décadas y media después de habernos conformado como un grupo de amigos escritores. Nos unió la amistad, no nos unieron las letras, nos unió la amistad, pero dio la casualidad que todos escribíamos, entonces bueno, se sostuvo. Fue un grupo de amigos que se sostuvo en la literatura y en una práctica que fue muy interesante: la lectura cruzada y la crítica despiadada. Alguien te tiene que decir si lo que estás escribiendo es una mierda y es muy difícil que alguien te lo diga salvo que te quiera mucho. Entonces nosotros encontramos en este grupo una contención cruzada y al mismo tiempo un cedazo dificilísimo de pasar. Mirá, te cuento una anécdota cortita: estábamos allá en una cabaña de Agua de Oro, que es un pueblito de acá de las Sierras de Córdoba, estábamos cenando con el Carlos y le leo un cuento que había terminado de escribir. Y Carlos me dijo, es como si lo estuviera escuchando: “Specchia, ese es un cuento muy bueno”, dice, “para una revista dominical de algún diario de provincia”. Después de esa destrucción, obviamente que guardé mi cuento bien guardadito y dije: “Esto hay que hacerlo de nuevo”. Y lo hice. Eso fue en el 2006, aquella lectura del Círculo de la Serpiente, y en 2016 mandé el cuento a un concurso internacional en Valencia y me lo gané. Habré tardado unos años, pero esa destrucción crítica funciona, nos funcionó muy bien a nivel de calidad y nos hizo crecer.
Ese Círculo ordenó estos cuentos cronológicamente, de principios de los ’90 a marzo de 2021. Hay fotos de casi todo ese período: muy joven sin barba al escritor reconocido que tuiteaba en un mundo de dolor. Cada etapa tuvo una revista o un espacio: Extramuros primero, como resultado del taller literario que empezaron en la UTN cordobesa; las publicaciones Imagin Era, a cargo de Eugenia Cabral (que cuenta cuando vio por primera vez a ese “mocetón bien alto, fornido, cabellos cortos de color leonado (léase castaño) y ojos claro azul (o sea, celestes), vestido de negro desde la gorra puesta al revés, pasando por las muñequeras de cuero tachonadas hasta los borceguíes de guerra”); los textos del blog; una serie de Elegías de Specchia, de Mansur, un texto de Jallaza donde una noche se le aparece Carlitos en la cocina de su casa, enterado y preocupado porque le van a publicar estos cuentos.
―Y así [con esa crítica del Círculo] también fuimos leyendo las novelas del Carlos, los cuentos, la génesis de Bajo de este sol tremendo. Inclusive, aunque ya menos, lo de Magnetizado fue otra experiencia diferente, pero la construcción del mundo que hay detrás de Bajo este sol tremendo lo hemos leído borrador a borrador, año a año, por lo menos seis borradores hemos leído.
―Algo que nos sorprendió al ver la cantidad de textos que se incluyen en esta revista (y la cantidad que decidieron no publicar) es la “demora” que tuvo para publicarlos en libro, como si hubiera macerado la oportunidad precisa, el lugar indicado de sus publicaciones. ¿Eso cómo lo charlaban con él?
―Carlos era muy pero muy proceloso y muy cuidadoso en qué publicaba. Por eso publicó tan poco. Porque le daba muchísimas vueltas a qué publicar, entonces decidimos no publicar nada de lo que él no hubiera publicado. Eso fue con discusiones entre nosotros. Por eso el cuento ese de Jallaza, que me tira la responsabilidad a mí, “eso fue una idea de Nelson, preguntale a él”. Porque se le aparece Carlitos después de muerto y le dice: “¿Cómo van a publicar los cuentos viejos?” Hay algunos que no querían publicar, algunos de nosotros y lo discutimos mucho, y finalmente decidimos publicar lo que él hubiese publicado. Eso sí: todo lo que él hubiese publicado. Entonces esta revista es su obra breve, completa. Esos 55 cuentos son los 55 cuentos que Carlos publicó o hizo publicar o dejó que se publicaran en el transcurso de su vida. No hay otros, son esos.
Clarice tenía aquella intención de ser virtual, de descarga gratuita. El tercer número, que estará dedicado al cuento queer con el título Carne de Cañón, será la primera que salga en papel y digital a la vez. “Fue una imposición de los lectores que salga en papel el homenaje a Busqued”, nos contó Nelson. No sólo sus amigos, sino también quienes conocieron (conocimos) sus libros, ese “culto donde lo sagrado era lo profano”, ese “ingreso decidido a un mundo de dolor para intentar salir de allí”, quisieron (quisimos) sentir la materialidad de su ausencia. Agotó la primera tirada en un par de horas, la segunda, la tercera, la cuarta también. En la quinta apostaron a un número mayor que también se va agotando a paso sostenido. Desde la zona mediterránea que supo habitar, con el motor de los amigos, Busqued circula, sigue circulando. Un mundo de dolor no puede prescindir de ese rumor.
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Esta nota salió en marzo de 2021 en La Ceremonia del Ocio, el newsletter que cada sábado llega a las bandejas de entradas de todas las personas que se suscribieron acá.
* En Ocio o acá se consiguen los números de la Revista Clarice.