La teníamos de nombre, habíamos visto algunas de sus tapas por ahí, pero no la habíamos leído y nos dimos el gusto. Hablamos de Sara Gallardo (1931-1988), periodista y escritora de una obra tan vasta como diversa. Pero es más que la suma de sus dos oficios: heredera de Mitre y a la vez autora de Eisejuaz, la novela con voz de indio mataco que Ricardo Piglia incluyó entre los clásicos argentinos del siglo XX en el año 2000. Integrante de esas familias que fueron parte de gobiernos desde siempre y se casó dos veces sin respetar tradiciones (la primera con Luis Pico Estrada, unos años menor que ella; la segunda en Paraguay porque el divorcio no iba), y cuando quedó viuda, a mediados de los ’70 agarró sus hijos, un lavarropas y una galga, y cruzó el Atlántico en barco a ver qué pasaba en Europa.
Para conocerla más, con bombos y bocinas por el Día de la Lealtad sonando desde la Av. Rivadavia, hicimos una videollamada con Josefina Fonseca (JF), también escritora y periodista, y autora de Sara Gallardo. La mujer de humo (Añosluz, 2019). En 2012 comenzó la investigación, en 2016 fue la tesis que la recibió en el grado como Licenciada y en 2019 se transformó en un nuevo libro del nutrido circuito de las editoriales independientes argentinas. Marcelo Carnero, en el prólogo, dice: “El libro que escribió tiene el tono de alguien que no duda sobre lo que está haciendo, que conoce de oficio la materia con la que trabaja”.
¿Por qué importa este breve itinerario? Porque quizás no conozcas aún a Sara y eso tiene que ver, entre otras cosas, porque no era fácil encontrarla.
En paralelo a la investigación de JF, la obra de Sara Gallardo (hasta ahí aparecida a cuentagotas con hitos más que relevantes en el durante como la mencionada reedición de Piglia, la realizada por Leopoldo Brizuela en 2004 con Narrativa Breve completa, el estudio de su trabajo periodístico hecho por Lucía De Leone) se reeditó casi por completo: Eisejuaz (2013) y El país del humo (2015) por Cuenco del Plata; Pantalones azules (2016) Enero (2018) y La Rosa en el viento (2020) por Fiordo; Los galgos, los galgos (2016) por Sudamericana. Su trabajo periodístico también mereció publicaciones. En 2015, Macaneos: sus columnas en Confirmado (67-72) , un trabajo de Lucía de Leone editado por Ediciones Winograd, dirigida por Paula Pico Estrada, una de las hijas de Sara. Y en 2018, la editorial Excursiones publicó Los oficios con otras colaboraciones de Sara.
La Sara periodista y la Sara escritora, la del campo y la de la ciudad, la de acá y la viajera, la madre y la enamorada, la aristocrática y la que colaba café en una media o quemaba camisas cuando planchaba, se nutren unas de las otras. Todas esos lados de Sara están en el libro de JF que lo presenta como un dominó extraño (por su composición entre crónica, ensayos, textos libres, teatro en reflejo al objeto de estudio), así como Sara define su obra como “vidrios rotos”.
Sobre esos lados y esos vidrios, charlamos.
—A mi me pasa con ella como personaje, como persona, que mi mirada se va renovando todo el tiempo, es una figura tan viva que cuando pensás que encontraste dónde ubicarla en tu imaginario, volantea, parece que sola se sale de ahí –dijo JF.
El apellido como bandera
El apellido completo de Sara era Gallardo Drago Mitre: “Su árbol genealógico se confunde en buena medida con el de la Argentina”, dice JF. Alcanza con saber que era nieta de Ángel Gallardo (naturalista, canciller, ministro; avenida, estación, escuela), bisnieta de Miguel Cané (promotor de la ley de Residencia y de Seguridad Social, para deportar extranjeros anarquistas), y tataranieta de Bartolomé Mitre, fundador del diario La Nación, militar y todo lo que ya sabemos. Lazos lejanos, pero que dejaron tradiciones y regalías.
No fue la única escritora de la aristocracia nacional, pero tampoco fue una más de ese mundo: lo trascendió. Generó ruidos hacia dentro de su familia (hoy está de moda ver conflictos de las “altas familias” nacionales, también en los Mitre), pero fue su propia familia quien la recordó y aportó a la recuperación de la obra. ¿Qué onda esa estirpe y su obra?
—Se ha dicho que ‘es injustamente encasillada en cierta clase social’ y ‘que no está bueno pensar a los escritores desde zonas’. No sé si estoy tan de acuerdo, porque me parece que si no podemos enmarcarla en su clase, no podemos entender bien su obra. No por acotar, sino porque es necesario para abordarla: si no viniera de donde viene, no abordaría los territorios que aborda, ni en la forma en que los aborda. Ahora, es cierto: una persona de su clase social podría haber escrito Enero eligiendo otra voz, otro personaje para hacer foco y ella eligió al personaje más subalterno que podía haber en ese universo social, eso es cierto, pero no deja de ser algo que le posibilita su clase conocer ese universo.
—En el prólogo, Carnero se refiere a Sara como “escapada de su clase”, pero en esa línea, ¿hasta dónde se escapó?
—Hace un tiempo leía a María Gainza (El nervio óptico). Una mujer que viene de la clase alta, de lo más rancio, de esos apellidos patricios, que su abuela era dueña de la casa que ahora es la Embajada de EEUU. Es una mujer que tomó otras decisiones en su vida y ha pasado semanas comiendo arroz, pero habla de algo que define como “indolencia de clase”. Haber nacido en cierto sector, con ciertas comodidades, genera la idea de que eso es pasajero, esa pobreza así como vino se va a ir, y así como la persona que nació con mucha necesidad, incluso cuando progresa materialmente, hay algo que no se olvida, hay un miedo a la falta que no se pierde, pareciera que cuando es a la inversa también está esa sensación, como que la clase misma te va a reubicar, y me parece que en Sara hay algo de eso. Ella no tenía un peso pero tomaba decisiones que no condecían con su realidad del momento pero a la vez contaba con este universo y estas facilidades de clase, porque podía ir a pedirle ayuda al embajador en Suiza o en España, por su apellido, sus contactos, su ‘indolencia de clase’ le permitía ir y pedir una mano, que no es algo que le pasa a cualquiera. Toma un montón de decisiones que van a contrapelo de lo que se esperaba de ella, de lo que se esperaba de una mujer de esa clase, en esa época, muchas, chiquititas y grandes, pero en sus últimos días ella empieza como a pegar un poquito la vuelta a su clase, a la iglesia, a ese seno más tranquilizador, pide perdón a ciertos familiares…
Su padre estuvo preso unos meses, acusado de conspirar con Benjamín Menéndez en el levantamiento del ’51 contra Perón (le prometió ser Secretario de gobierno) y Sara narró en cartas su alegría con el bombardeo del ’55, viviendo no muy lejos de la Plaza de Mayo. JF aporta:
—La misma Sara que celebra los bombardeos, es la que también está escribiendo Enero y está eligiendo este personaje que por diferentes motivos es el más oprimido de ese universo social, le pone voz y habla de una violación, de una injusticia, muestra cómo se la devora el patriarcado, el capitalismo, la iglesia, un sistema de clases que se come a esa nena y ella elige hablar desde esa nena. Juan Bautista Duizeide [N de Ocio: casi el leitmotiv de esta biografía] plantea que su obra sabe cosas que por ahí ella misma no sabe.
—Lo mismo con Eisejuaz, pone en primera persona a un indio mataco del norte argentino, es un gesto hasta peronista diría…
—Sí, porque ella no deja de ser la descendiente de Mitre y yo no he leído que ella cuestionase la figura o la obra de Mitre, ni renuncia a sus regalías de sus acciones en La Nación, todo eso no pasa, pero a la vez elige contar la historia de este mataco. Es demasiado complejo como para decir “bueno, cerremos acá la definición sobre Sara”.
Todas las obras, la obra
Su primera novela fue Enero, en el ’57. Además de haber sido bien reseñada por María Elena Walsh, por la mirada que elige para contar “el campo” el Partido Comunista la invitó al aniversario de la Revolución Cubana a multas del ’59. Sara viajó con cuatro personas más, una era Osvaldo Bayer. Él contó que se vieron con Fidel y que también estuvo horas con el Che en el Banco de la Industria, que les explicaba cómo hacer la revolución en Argentina. Al otro día, Sara y la delegada textil dijeron que se había enamorado del Che y se pasaron llorando toda la noche.
Después vinieron otras novelas (Pantalones azules; Los galgos, los galgos), su separación, su trabajo como columnista semanal en la revista Confirmado, más novelas (Eisejuaz; La rosa en el viento) , su único libro de cuentos El país del humo , entre otras publicaciones y colaboraciones en otros medios.
—¿Cómo es la obra de Sara?
—No es una obra tranquilizadora, sencillita. Podría parecer que sí, podés leer Enero y si bien es terrible lo que está abordando, es una novela que no te exige tanto la lectura. Vas a “Las 33 mujeres del emperador de la piedra azul”, a mí es un cuento que me fascina pero no es que la primera vez que lo leí me llegó todo lo que podía recibir de eso, es un cuento que releo y releo y releo y sigo encontrando pero no es un cuento que podríamos publicar de a fragmentitos en instagram. No funcionaría. Requiere otro tiempo, otra concentración, otra disposición y requiere también cierto bagaje. No sé si está bien decir esto, hay zonas de su obra que si uno no se fue interiorizando de cuestiones incluso de la historia nacional, de los territorios que está abordando es difícil. No de leerlo, pero te perdés un montón de eso que te está contando, que cuando más indagás ahí más podés disfrutar y más podés apropiarte de lo que te está ofreciendo.
—Todavía se habla de Sara como que fue olvidada o desaparecida, sin embargo se la fue revisitando de a poco antes que la reedición de hoy, Leopoldo Brizuela relativiza esa idea en tu libro, con lo del “prestigio de la víctima” y que no fue tan olvidada, ¿qué creés?
—Quizá lo que se refería Leopoldo tiene que ver con que hay cierto circuito literario en el que los escritores buenos que supieron calar con su obra, permanecen de alguna manera. Elvira Orphée por más que no esté reeditada, el que la leyó y le gustó, la busca, la consigue, la lee. Son nombres que no desaparecen. No tiene una circulación masiva, no prende todo el tiempo en el mercado editorial pero son autoras que están, que no están perdidas para siempre . Él insistió en 2004, la puso sobre la mesa, medio que no picó, porque la Narrativa Breve Completa terminó en mesa de saldo, pero con un poquito más de trabajo, de tiempo, sucedió y Sara está, y está todo menos Historia de los galgos que es esa versión de Los galgos acortada. El resto ya está todo reeditado, incluso sus columnas periodísticas que no existían en formato libro en su momento. Quizás no esté apostando una editorial hiper grande y comercial por Sara, pero ahora apuestan por ella las editoriales de lectores fieles.
—Y en su momento también tuvo su circulación…
—Las columnas en Confirmado del 67 al 72 la pusieron en un lugar de mucha visibilidad, eran columnas semanales, era la época en que las revistas tenían tiradas muy grandes. Por eso a mí me parece que es imposible, además de separar autor y obra, en el caso de ella es imposible separar su obra periodística de su obra ficcional. Siempre hay un diálogo entre los dos oficios y coincide esta época con la producción de sus dos novelas cumbre que son Los galgos y Eisejuaz . Los galgos fue premiada, tuvo reediciones sucesivas; hay un error que yo cometí en algún momento, de decir ‘qué injusticia, a Sara no la leían y era buenísima’, no es tan cierto que no la leían, no sé si fue best-seller, pero tuvo ediciones sucesivas, tuvo premios, no es que pasó por el costado, que pasó medio gratis por el circuito, no. Lo que pasa también es que ella se fue (a Europa), imagino que eso debe haber tenido algo que ver con la instalación de la obra en Argentina. Ella como persona desapareció, si bien seguía publicando sus columnas desde allá, hubo algo también de quien no está.
Lo primero que Josefina leyó de Sara fue Eisejuaz . Nosotros, también. Sin embargo, al momento de recomendar por dónde entrar, es difícil. Dice JF:
—Tiene mucho que ver con qué tipo de lector o lectora se quiere acercar a la obra de Sara, se estila decir de entrar por Enero por varias razones: porque fue lo primero que publicó, sería como entrar por su principio (que hace un rato leía que lo escribió a los 23 años, no se puede creer). Pero si sos un lector corajudo, que le gusta, que le puede dedicar tiempo, que tiene ganas y bla, yo arrancaría por Los galgos , pero porque para mí fue el punto en el que la obra me capturó. Eisejuaz me fascina también pero quizá no es buena idea ofrecerle a alguien como primer acercamiento, a menos que sea un lector muy decidido, una persona que tenga un recorrido, no quiero sonar fascista.
—Se entiende, Eisejuaz requiere un lector activo.
—Exacto, se espera mucho del que está del otro lado, no es como darle de comer en la boca.
* Esta entrevista se publicó en la primera edición del newsletter La Ceremonia del Ocio, al que podés suscribirte acá.