Nos pasa seguido eso que llamamos casualidad. Estar metidos en algo y de repente aparece lo mismo por otro lado. O algo que lo complementa. Hace unos meses, un ejemplo: Julia Kornberg nos responde que le gustaría ubicar su Atomizado Berlín al lado de los libros de Lucila Grossman. Todavía no los teníamos, pero un par de días después nos llegó su segunda novela como novedad de la editorial Marciana, Acá empieza a deshacerse el cielo. A los pocos meses, llegó la reimpresión de la primera, Mapas terminales, donde María Moreno en la contratapa dice que L.G. inventó “la ciencia ficción trash con su legado de psicodelia (ahora en 3D)”. Las leímos, nos gustaron, las queremos compartir en La Ceremonia porque es un género que casi no abordamos. Le escribimos por acá, charlamos un poco por allá, nos responde por ahí. Al fin, nos sentamos frente a la pantalla, nos disponemos frente al Word. Alguien toca timbre para dejarnos libros: es una antología de ciencia ficción y fantasía que editó La Comuna. La contratapa empieza así: “Tiempos complicados estos para crear ciencia ficción, sin duda: ¿cómo superar una realidad que parece salida de la misma fragua que una distopía febril?” Entonces escribimos: “Nos pasa seguido eso que llamamos casualidad”.
Mapas terminales salió en 2017 también por editorial Marciana. Una piba, la narradora, de repente está embarazada, de repente tiene un hijo, que no es un bebé de esos que aparecen en Instagram, sino uno virtual que después hará sus apariciones como notificaciones en el celular, desde una app particular. Uno de nosotros dice: “La madre de un Gregorio Samsa del Siglo XXI”. María Moreno dice: “Si la narradora se sospecha la Virgen María del Siglo XXI, la Divina Concepción no necesita de un carpintero sino de un programador”. Esa narradora, esa voz, cuenta la relación imposible con el padre, los pesos que le faltan en la SUBE, estar con los amigos que no saben nada de su hijo adentro de una aplicación. Es un cerebro a diez mil por hora que narra, reflexiona, piensa en voz alta, se pregunta: “¿Es esto el apocalipsis tan esperado por nosotros, que decimos haber nacido en un tedioso descanso de la historia, en la era de la imagen quieta donde todo vibra sensual pero no pasa nada?”
—Hay algo en común entre las dos novelas, que es la noción de sobresaturación de la comunicación (redes, Google, tecnologías) y la generación joven clasemediera, ¿qué te atrae de eso, por qué te interesa esa discusión, ese tema?
—Tal vez lo que me interesa es lo particular de eso. Como bisagra, como lugar incómodo. Sí, hay un punto en el que todas las generaciones dicen “la nuestra es especial porque…”, “nuestra generación es la que…”. Todos nos creemos especiales. Y en general, no lo somos. Me atrae, me obsesiona esa discusión porque me parece que es una de las que nos atraviesa y modifica profundamente. Soy de una generación que atravesó los inicios de la adolescencia con Fotolog (la cuna de los primeros influencers), y que para conectarse a internet tenía que desenganchar un cable del teléfono de línea y conectarlo a la computadora. Escuchar el ruido de la conexión. Creo que en esa sola imagen, contrastada con el WIFI abstracto y todopoderoso que está en el aire, como el amor, y que conocemos ahora, hay un resumen de lo que le pasó a nuestros cuerpos, a nuestras luchas, a nuestras conciencias en ese camino. Y, en ese camino, de sobresaturación, yo veo un camino hacia la incomunicación. La clase media me atrae porque creo que, en general, es la que absorbe de maneras más ridículas estas transformaciones.
Acá empieza a deshacerse el cielo es de este año extraño y es tan extraña como el año: empieza con un meme. El mito de la fundación de Roma como la foto de los tiempos en los que se vivía el presente, sin celulares mediante. Ahí hay una clave para leerla: la crítica a la actualidad aferrados a pantallas, un pasado épico y su forma simple de narrarla (“La historia, tal como la contó Tito Livio, parece simple”), la ausencia de una idea de futuro. Hay una personaje, Tarpeya, presente a lo largo de los cinco capítulos: en la historia del cuadro abre la puerta a la batalla. Después es una voz que opina, acota, refuta, contradice, corrige lo que dicen, piensan, hacen otros personajes. Casi siempre como nota al pie, surge al margen de la trama y a la vez omnisciente. Tarpeya como la mujer que con abrir una puerta, desata una guerra. El detalle que quiebra el equilibrio entre clasemedieros tristes o villeros en poesía, con mails sin respuesta o un diálogo que fluye y se escucha. Historias deshilachadas. Desconcierta, la novela, pero no aleja: de las pocas certezas que nos quedan es que no hay certezas, y a la vez aparecen como sentencias para subrayar:
Toda la vida, este cuerpo fue y será un campo de batalla
¿Qué revolución vas a hacer quedándote dormida?
siempre que cree fugarse para adelante es porque está a punto de encontrarse una vez más con el silencio
La idea de futuro siempre me dio taquicardia
Que el odio puede ser un motor vital ha quedado comprobado.
Todo está roto, todo el tiempo. Y desde ahí se narra. L.G. termina por salirse de sí y se convierte en personaje, como hacemos todos en las redes, para llevarse al extremo: «Escribir tiene que ser verse muerta», apunta Ariana Harwicz en la contratapa. Dijimos: todo, todos están rotos. Mejor: todo, todos, se están rompiendo. Todo se deshace, como el cielo.
—Entre los puntos que las diferencian, está el trabajo en la forma del relato. Si bien en las dos hay un laburo muy interesante del «lenguaje millenial», por decirle de algún modo, de palabras que mutan, que se deforman, que está en constante modificación muy cruzado por la tecnología, en Acá empieza a deshacerse el cielo, la novela es más fragmentada, más críptica, más rota. ¿Cómo fue el laburo de la escritura en esta segunda novela? ¿tuviste presente la primera, como referencia para hacer o deshacer?
—Fue un laburo roto y mutante, muy guiado por obsesiones y chistes que me hago a mi misma. Es un libro que se escribió durante muchos años y cambió muchísimo a lo largo del tiempo. El proceso de edición también fue larguísimo y, a veces, denso o intenso. Tardé muchísimo en entregarlo. De hecho días antes de que entre a imprenta, seguía tocándolo y retocándolo. Hay un punto, retroactivamente, en el que siento que Mapas Terminales podría ser un capítulo de Acá empieza a deshacerse el cielo. Pero en el momento de la escritura de Acá empieza a deshacerse el cielo no pensé en Mapas Terminales. Con respecto a lo del “lenguaje millenial”, yo diría que se trata simplemente de “lenguaje”, un lenguaje que juega con el límite de su propia destrucción.
—Me pareció que planteabas una relación con los lectores como de incomodidad, casi provocadora, activa, enérgica, más en Acá empieza… que en Mapas, pero en las dos hay algo de eso. ¿Eso es parte del plan?
—Como mencioné antes, para mí escribir, muchas veces, es hacerme chistes a mí misma, ponerme incómoda. Para mí la escritura es un espacio de riesgos, de límites que se corren. Me gusta que me preguntes si es parte del plan, como si yo fuera una suerte de villano que tiene una estrategia superpensada para acabar con algo. Si hay un plan, y tal vez lo haya, me guía de maneras que todavía no consigo decodificar del todo.
—Tenés un estilo muy consolidado, una búsqueda que –al menos desde afuera– parece clara (un poco lo dice María Moreno en la contratapa de Mapas con las dos cosas que inventaste), y además sos muy joven, ¿tenés claro cómo sigue, tenés una idea de obra?
—Tengo algunas novelas abiertas, pero no sé si un plan. Planeo cosas, pero más como experimentos. Puede que la búsqueda parezca clara porque me pasa mucho que me obsesiono con imágenes o conceptos y trato, de algún modo, de enfocarlos desde distintos ángulos. Por momentos siento que en definitiva unx siempre escribe sobre lo mismo.
—¿Cómo llegaste a Marciana, por qué la elegiste?
—Con Mapas terminales la elegí porque me gustó muchísimo su estética y su devolución después de leer la novela. Cuando hablé con Denis [Fernández], mi editor, Marciana tenía un solo libro o dos. Con Acá empieza a deshacerse el cielo la reelegí porque el proceso de edición de Mapas fue increíble y de mucho entendimiento, entonces quise repetirlo.
Y como eso que llamamos casualidad sucede sin que nadie lo pida, hoy la editorial y la autora estarán de festejos para presentar Acá empieza a deshacerse el cielo a las 19 hs. en un domicilio que te pasan por inbox. Lo comentarán Paula Puebla y Hernán Vanoli, no más, no menos. Pueden pasar por Ocio antes y después se van a pedir que les firmen su ejemplar y celebrar vivir en estos tiempos tan extraños.
CUESTIONARIO DEL OCIO
Un consumo “vergonzoso”: una serie, una película, un libro y/o un disco.
Creo que al día de hoy mi consumo más vergonzoso son los reels de Instagram.
¿Con qué te permitís procrastinar y con qué odiás que te pase?
Amo procastinar en grupo, pasar días enteros no haciendo nada con amigxs. Cuando lo hago en soledad me siento culpable y odio la culpa, con lo cual odio que la procastinación me ataque en soledad.
“Escribe borrachx, edita sobrix”; ¿estás de acuerdo? Justificar.
“Escribe en todos los estados, edita en todos los estados” me interesa más.
¿Le dedicás tiempo al juego? ¿A qué jugás?
Antes le dedicaba más tiempo al juego, jugaba mucho al truco. Después, el año pasado, en la cuarentena, se nos armó una de juntarnos a jugar al Burako con un grupo de amigxs. Supongo que simplemente cumplimos nuestro inevitable destino de señorxs judíxs.
¿Te sirven las consignas literarias para escribir?
Me quejo siempre de ellas, pero después me sirven y me sorprende lo que termino escribiendo.
¿Escribir es más un trabajo, una necesidad, un goce…?
Yo creo que es todo eso. También es un dramón en mi caso.
¿Al lado de qué otros libros ubicarías el tuyo en una librería?
Al lado de mis contemporáneos, creo. Ahora que Marciana está en supermercados como Yenny me gustaría ver qué pasa si ponés mis libros al lado de los de autoayuda.
¿Qué libro dirías que es un libro ocioso?
Supongo que los libros que no piden mucho de unx. Pienso en los libros de Historia de Roma de Tito Livio, que son un poco como leer a Rial hablando de la historia de Argentina.
¿Cuál es tu ceremonia del ocio preferida?
Las fiestas divertidas.
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