Ya no es sólo “llaves, plata, celular” antes de salir, ahora añadimos “barbijo, alcohol en gel”, y permisos si tenemos que movernos de ciudad a ciudad. Hay contadores de casos confirmados y recuperados, también de muertes: 200, 300, 400 muertes diarias se han convertido en un título más, a veces menos relevante que la suba del dólar. Saludamos con los codos, no nos vemos las sonrisas, hasta dos personas por lugares y todavía hay lugares sin nadie. Hablamos de vacunas: que la Sputnik es un polvo, que la de Oxford requiere frío, que la China lo mismo. Que ASPO, que DISPO, que la cuarentena existe pero no existe más, que Zoom o Meet, que hisopado negativo, que a la pandemia del FMI se le agregó COVID. El mundo se divide entre esenciales y no esenciales, hay “asintomáticos” y “población de riesgo”. Hasta el mal gusto tuvo su momento con aquello de “infectadura”.
En el medio, la vida. También la vida editorial. Nosotros, por caso, abrimos una librería en junio y ya salimos del ASPO y entramos en DISPO: ahora estamos en Loyola 829, Villa Crespo.
En estos poco más de cinco meses de Ocio entre libros, el tema obligado era la pandemia. Algunas editoriales aprovecharon la pausa generalizada y pararon sus rotativas. Otras se mantuvieron casi como si no pasara nada y editaron los títulos programados con antelación. Un par cambiaron sus planes sobre la marcha. Y algunas decidieron mirar de frente a la pandemia para traducir el momento.
Ese es el caso (!) que traemos hoy: Confines. Antología en tiempo de riesgo, editada por la platense Pixel, con prólogo de Franco “Bifo” Berardi, compilada por Roberto Pasquali y Carlos Aprea, un amigo de la Casa con quien charlamos un rato. O, para ser precisos y estar a tono con el libro surgido desde las redes, intercambiamos unos audios.
—Al principio de la cuarentena, tanto Roberto en Bologna, Italia, donde vive, como yo, comenzamos a escribirnos de una manera que resultó nueva, ya que no lo hacíamos antes. Somos amigos desde hace varios años, lo conocí en La Plata junto a su esposa que es platense, y yo estaba preocupado por saber cómo estaban. Ese fue el disparador: una relación amistosa.
El otro disparador fue casi una instrucción del arte de la guerra: usar la distancia con lxs otrxs a su favor:
—Ambos estábamos compartiendo, por decisión propia, poesías diariamente. Roberto en Italia compartía poesías con unos poetas amigos, y el 24 de marzo yo decidí compartir poesía: armar una lista de Whatsapp con amigos y conocidos a los cuales les comencé a enviar poesía. Todos tenían el derecho a decir «no me mandes más», pero muy pocos lo hicieron y por el contrario se fueron sumando otras personas que no conozco, que simplemente dieron su número. Llegué casi a las 100 personas, a quienes todos los días de la semana durante cuatro meses, de marzo a septiembre, les envié poesías de distintos autores. Comencé con preferencias personales en general, después con poetas de La Plata, de Argentina, de distintas regiones o provincias, seguí con Latinoamérica, y bueno, es inacabable. De todo ese cuerpo, en el ‘mientras tanto’, surgió hacer esta antología.
Carlos Aprea nació en La Plata en 1955 y vive en Villa Elvira, barrio al que le dedicó un poemario. Además de escritor, es actor y director teatral, y es el editor responsable de la Serie Poesía en Pixel. En el poema “Death row” que comparte en Confines, entre versos y más versos, escribe:
Y el alma
un territorio que escurre con la pena
y desborda con la dicha hasta transfigurarse en mal
nada va a decir sobre uno mismo
salvo
escucha
siempre la misma cantinela:
escucha.
¿Cuál fue el recorte? Porque, como dice Carlos, “una antología es siempre una antojolía” y esta no fue la excepción. Aquí se encuentran poetas “de una red de vínculos del Norte, de Rosario, Córdoba, La Plata y Capital también; y poetas también amigos de España, Países Bajos, Italia, Perú, Uruguay y Cuba”. Otra condición para la convocatoria fue la edad: “Esta especie de San Benito que comenzó a circular durante los comienzos de la pandemia en el sentido de que hay una edad de riesgo a partir de la cual, bueno, estás mucho más condenado que el resto de los mortales a que te vaya mal, ¿no? Un poco jugando con esa idea y otro poco como un hecho objetivo: tanto Roberto como yo somos mayores de 60”.
En síntesis, un grupo de “población de riesgo” disperso por un mundo pandémico dando pelea bajo techo con la poesía como arma. Susana Szwarc, Carlos Battilana, Paulina Vinderman, Marta Ortiz o Nora Hall, entre otrxs, desde Argentina; Luis Pereira de Uruguay o Hildebrando Pérez Grande de Perú, Reina María Rodríguez de Cuba o Patrizia Filia desde Países Bajos, son algunas de las voces que se leen en Confines de las 28 que la completan.
En otoño acá, en primavera allá, encierros por decreto, hospitales saturados o a la espera: cada país en su fase. Pero los matices entre los poetas de cada rincón no están atados (al menos no por completo) a esos aspectos. Tienen abordajes amplios y se inscriben en universos poéticos muy distintos, más allá de la pandemia.
—Y eso se observa no solamente por el uso de la palabra desde el punto de vista técnico, por la práctica anterior con la poesía, sino porque frente a la situación de pandemia, las respuestas forman un abanico: interesante, de algún modo interconectado, pero un abanico. Quiero decir, no hay uno o dos posiciones unívocas: hay quienes la hemos vivido mucho más cruda esta posibilidad de la muerte rodeándote; y hay otras y otros para quienes la pandemia es también la posibilidad de un redescubrimiento de los sentidos. La posibilidad de un escuchar y escucharse que antes, en el vértigo de lo cotidiano y de las actividades sociales, por ahí no se daba. En ese sentido, también podemos hablar de oportunidad.
En pleno colapso sanitario italiano y el capitalismo en una de sus peores crisis históricas, Bifo Berardi fue uno de los intelectuales que aportó sus ideas y miradas sobre lo que pasaba más allá y más acá de la pandemia. Lo que pasaba, lo que podía pasar, lo que hay que empujar para que pase. “Con Roberto –dice Carlos– compartimos unas miradas con respecto a Bifo y a partir de allí me entero que Roberto lo conoce, Bifo también es de Bologna, y así surgió la posibilidad de pedirle una reflexión sobre lo que estábamos haciendo”. Esa reflexión prologa el libro y allí habla de la mutación del lenguaje, por ende de la poesía: “El virus ha desencadenado un proceso de mutación inconsciente, pero este proceso tiene que ser elaborado. Es tarea psi, pero también, y sobre todo, es tarea para poetas. Para anticipar, contrarrestar y disolver una ola de regresión autista, necesitamos reinventar la cortesía, reconfigurar la relación entre deseo y lenguaje, realizar una re-imaginación poética de la conjunción de los cuerpos”.
“Se ha hablado tanto de la inutilidad de la poesía”, dicen los compiladores en su introducción para luego defenderla y a la vez, pasar al ataque: la poesía es “lo esencial, lo que concentra el lenguaje hasta un punto infinito rodeado de silencio”.
—¿Por qué retomar esa idea de inutilidad, por qué defenderla ahora con la noción de ser esencial?
—Tanto Roberto como yo, como todos los poetas que participaron de esta antología que es de ‘aparente inutilidad’, creemos que al mismo tiempo hay cierta cuestión que pasa con el hábito de la lectura de poesía, al menos, que es tan esencial como otras actividades de la vida. La posibilidad de que la poesía a través de miles, miles y miles de maneras que tiene de acceder a nuestra sensibilidad, nuestro pensar, nuestro estar en el mundo, nos interpele, nos provoque, nos haga imaginar, es tan esencial como cualquier otra actividad, más esencial que muchas actividades que hacemos por rutina cultural, costumbre cultural, o porque no tenemos demasiadas esperanzas. En ese sentido, la idea de ‘esencial’ ligada a los servicios esenciales, como parte de las determinaciones del ASPO, y en general de las políticas sanitarias, nosotros la objetamos. No porque estemos en contra de la tarea de médicos, paramédicos, psicólogos, etcétera. Sino porque creemos que esa visión tiene que ser amplificada, y en ese caso, las posibilidades de la poesía, como de otras prácticas culturales, debe ser incluida con tanto énfasis como otras porque hacen a la salud mental, a la posibilidad de contactos interpersonales.
Un dato: la antología circula en pdf y en papel. Si quieren una versión digital, pueden pedirla sin cargo a pixeleditora@gmail.com. Si prefieren el libro en papel, pueden pasar por Ocio.
A fase 3 o 4, a los protocolos, a la pospandemia, sumemos Confines, sumemos poesía, sumemos la lectura como un lugar para estar acompañadxs.
* Esta entrevista se publicó en el newsletter La Ceremonia del Ocio, al que podés suscribirte acá.